FELIZ SEMANA EUROPEA

Artículo publicado originalmente en La grieta el 13 de Mayo de 2015 ¡Estamos de fiesta! Como si de la Semana Santa se tratase, hace un par de semanas vino cargada de toda una romería de eventos y aniversarios cruciales para Europa, unidos de manera única e indivisible, y sobre los que habitualmente pesa un profundo desconocimiento u olvido. Permítanme que les distraiga del fragor electoral local español y les hable un poco de lo que significaron las efemérides de esta semana: armisticio de la II Guerra Mundial, firma del Tratado de Londres y el Día de Europa, para todos nosotros. Retrocediendo en el tiempo, volvemos a finales de abril de 1945: las tropas aliadas avanzan liberando Europa  y el que fuera el poderoso Tercer Reich alemán se derrumba a ojos vista. Adolf Hitler se suicida en su guarida de Berlín un 30 de abril y, pocos días después, Alemania firma la rendición incondicional, el 8 de mayo de 1945 (70 años nos contemplan desde entonces) con los aliados occidentales, y el 9 de mayo con los orientales (Rusia). Hasta aquí la parte más conocida, aunque sea por los desfiles en la Plaza Roja que salen en las noticias cada 9 de mayo. El fin de la guerra trajo consigo el inicio de nuevos intentos por unir un continente que se encontraba en una situación lamentable tras ser el origen y epicentro de dos conflictos mundiales en treinta años, manteniéndose a flote gracias a la ayuda americana (Plan Marshall a la cabeza). En esta tesitura, se abrió en Europa un baile de proyectos unificadores de diversa índole, desde lo puramente económico, a algo más político, así como variaciones en los estados participantes de cada proyecto. Los resultados también fueron variados, así que, para no dispersarnos, nos centraremos en los que a la postre acabaron siendo más relevantes y genuinamente europeos. Un 5 mayo de 1949, tres años después de aquel discurso de Winston Churchill en la Universidad de Zúrich, en el que reclamó “unos Estados Unidos de Europa y la creación de un Consejo Europeo”, se firmaba el Tratado de Londres (al que se adhirieron Bélgica, Dinamarca, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Holanda, Noruega, Suecia y Reino Unido) y con él nacía lo que se conoce como Consejo de Europa. En su gestación, todo un parto, se enfrentaron dos formas de afrontar la realidad y la solución a los problemas europeos: mientras los centroeuropeos apostaban por el compromiso y la asunción de obligaciones a través de un tratado; los periféricos, con Reino Unido a la cabeza  (lo de los Estados Unidos de Europa era más nominal que otra cosa), apostaban por un foro de diálogo y negociación sin compromiso alguno. lagrietaonline_Feliz-Semana-Europea_foto-2-181x300Finalmente, la postura periférica se impuso −e incluso cumplió el deseo revanchista de excluir a Alemania en un primer momento− y las esperanzas depositadas en el Consejo de Europa como solución a los problemas europeos se vieron  truncadas. Sin embargo, el Consejo de Europa aportó cosas interesantes a Europa, ya que acabó dando lugar al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, y en 1955 inventó una bandera (el autor se inspiró en la imagen de la virgen de la catedral de Estrasburgo)  e instituyó un himno (la Introducción a la 9ª de Beethoven, o Himno de la alegría) para Europa. Símbolos que en 1986 tuvieron a bien apropiarse las Comunidades Europeas con gran éxito, y, tal es así que el Consejo de Europa se tuvo que inventar otra bandera…

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Los dos protagonistas : Monnet y Schuman.

Entre aquellos que quedaron defraudados por el fracaso del Tratado de Londres, estaba un francés que tomó muy buena nota. Se llamaba Jean Monnet y exactamente un año (y cuatro días) más tarde  iba a lanzar una iniciativa que cambiaría la historia de Europa. Con el apoyo de Robert Schuman, ministro de Exteriores de Francia, diseñó un plan: una Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), con la que buscaba afianzar la paz europea, integrando a Alemania (en vez de aislarla, como proponía la mayoría) y controlando los dos recursos clave para la guerra en aquel momento (carbón y acero), apoyar su reconstrucción y, de paso, lidiar con el problema de producción y desajustes de mercado entre los productores de ambos materiales. Todo esto quedó explicado en una declaración de tres páginas (el primer borrador fueron 25)  que leyó Robert Schuman un 9 de mayo de 1950 en el Salón del Reloj en el Ministerio de Asuntos Exteriores francés. No por casualidad, cinco años después de la rendición de Alemania,  se le tendía la mano y se recordaba que 6_n“Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho”.  La CECA reunió a Alemania, Francia, Bélgica, Luxemburgo, Holanda e Italia (lideradas por grandes hombres como Konrad Adenauer, Alcide de Gasperi o Henry Spaak, dispuestos a apostar todo su capital político en el proyecto). Si alguno echa de menos a los británicos, que no se preocupe: aprendida la lección del Tratado de Londres, al Reino Unido se le invitó a salir cuando quedó claro que no pensaba comprometerse lo más mínimo en este proyecto. Desde entonces, el 9 de mayo fue la fecha elegida para conmemorar el nacimiento de las Comunidades Europeas y, posteriormente, la Unión Europea. Y puede que incluso, si Dios quiere (literalmente) se convierta en un futuro en la festividad de San Robert Schuman, pues su condición de devoto católico de profundos y coherentes valores cristianos  ha llevado a  solicitar su beatificación. No obstante, este no sería el último proyecto nacido al calor de un mayo primaveral. En mayo de 1952, el Tratado de la Comunidad Europea de Defensa (CED) se firmaba por los mismos países que habían firmado la CECA, con el propósito de crear una verdadera Comunidad de Defensa, con recursos, mandos y soldados comunes e independientes, todo ello en plena Guerra Fría y sin tutela norteamericana. Calcule el lector el nivel de la apuesta… ¿Dónde fue a parar esto? Pues quiso la Historia que Francia, unos meses más tarde, con una IV Republica inmanejable y su Asamblea Nacional controlada por los diputados gaullistas, se arrepintiera de haber firmado el Tratado, rechazando su ratificación (paso necesario para que el Tratado tenga verdadero valor), quedando esa Comunidad Europea de la Defensa como la gran asignatura pendiente en Europa, y así hasta el día de hoy, 65 años después (ejemplo donde los europeos no somos los más aplicados de la clase). Así que si tienen un rato, les invito a que echen la vista atrás y brinden por esa idea que nació hace 65 años entre las cenizas humeantes de lo que era Europa, que tomó forma de discurso en la voz de Robert Schuman, para reconciliar enemigos y garantizar un futuro común. Una idea, convertida en proyecto, fruto de un proceso de ensayo y error, en cuyo  camino quedaron el Consejo de Europa o la CED, hasta convertirse en la Unión Europea que hoy conocemos Este proyecto, lejos de darlo por concluido,  es algo vivo, en construcción permanente (algunos dirán crisis, de lo que hablaremos en detalle otro día) que nos ha permitido avanzar hasta cotas difícilmente imaginables hace 65 años, ¿recuerdan la peseta o el marco alemán?¿las colas en las fronteras? ¿el dinero que costaba viajar un fin de semana a cualquier parte? ¿o si existía el Erasmus? Y en clave local ¿el dinero que ha recibido nuestros campos o nuestras infraestructuras? pero al que aún le quedan muchas semanas europeas que celebrar hasta darla por conseguida y poder decir que nunca más habrá guerra entre nosotros.

No unimos países, unimos personas, Erasmus- 1ª parte

Publicado en el Nuevo Federalista el 18-11-2014

Originalmente, el presente artículo fue escrito hace unos años para celebrar el aniversario del programa Erasmus, desde entonces, el programa ha ganado mayor presencia en la realidad europea,  en forma de Erasmus +, pero su contenido no ha perdido ni un ápice de su validez  y de ahí su publicación.

Nos encontramos hoy en un marco singular para celebrar el 20 aniversario del Programa Erasmus. La Complutense e, a día de hoy, la universidad que más Erasmus recibe y envía de Europa y, dentro de ella, la facultad de CC. Políticas donde hoy nos encontramos. Esta facultad es una de sus principales componentes, lo que añade un sabor especial a la celebración auspiciada por la Cátedra Jean Monnet.

Erasmus_logo.svgLa verdad es que cuando me invitaron a participar en este evento para hablar de la experiencia Erasmus acepté sin pensar y claro, nada mas colgar el teléfono me asaltaron las dudas: “vale, tengo que hablar del programa Erasmus, todos creemos saber qué es, pero ¿De verdad es un instrumento que integra a Europa?¿No estaremos yendo un poco lejos? ¿Por qué es tan especial?¿Qué convierte al Eramus en lo que es?”

Estas preguntas me hicieron reflexionar y me embarqué en una pequeña búsqueda, tanto a través de la historia, como de mi propia experiencia como becario Erasmus y después ayudando a los estudiantes Erasmus de esta universidad. Finalmente, creo tener la respuesta y mi intención aquí hoy es compartirla con todos ustedes..

Permítanme ahora hacer un pequeño viaje al pasado, para ello, nos bastará la herramienta Erasmus por excelencia, es decir, Holbein-erasmusInternet. Tras teclear las palabras adecuadas, nuestra búsqueda nos lleva hasta un tal Erasmo de Rótterdam, quien como todos saben ,pero mucha gente olvida, ha dado nombre al programa que hoy nos trae aquí. Pero no voy a recordar todos los méritos de uno de los mayores pensadores europeos, para el cual las fronteras y los países no existieron ( Labor meritoria la de recorrer Europa  cuando todavía no se había inventado los vuelos de bajo coste-low cost, ni siquiera el Inter.-rail) tan solo quiero recordar una frase suya que llamo poderosamente mi atención  :“Para el hombre dichoso todos los países son su patria.

Interesante, aunque  no bastaba para resolver mis dudas, así que seguí navegando hasta toparme con la biografía de un mozalbete francés, consumado viajero, quien recién comenzado siglo XX, y a la temprana edad de 16 años su padre lo envía a estudiar a Inglaterra. Antes de partir, su padre le ofreció  un  consejo :

“No importan los libros, nadie puede pensar por ti, mira por la ventana, habla a la gente”.

                     

 Según parece y cuenta la historia, aquel mozalbete  escuchó y aprovechó el consejo, se llamaba Jean Monnet y, varías décadas después, destacaría como uno de los padres fundadores de la Comunidad Europea. Avancemos unos años más, pongamos hasta un 9 de mayo de 1950, en París, y recordemos algunas de las  palabras que Jean Monnet dejó escritas en su discurso para Robert Schuman:

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 “De este modo se llevará a cabo la fusión de intereses indispensables para la creación de una comunidad económica y se introducirá el fermento de una comunidad más profunda entre países que durante tanto tiempo se han enfrentado en divisiones sangrientas »

Ese fermento al que hace alusión ¿Qué era exactamente?¿ Era solo carbón y acero?…¿Pudo estar pensando en algo llamado Erasmus? Esta duda me asalta con más fuerza cuando leo que 2 años más tarde Monnet declaró respecto al proyecto de comunidades europeas lo siguiente:

“nosotros no unimos países, unimos personas”

 

Pero cómo pensaba hacerlo ¿Estaba pensando unirlas  a golpes de acero y carbón? Sinceramente lo dudo, pero desde luego no era algo sencillo lo que proponía.

Nuevamente, otro salto en el tiempo: 1987. ¿En qué pensaban los miembros de la comisión cuando establecieron un programa de intercambio bajo el nombre de “Erasmus”? Sin duda buscaban nuevas herramientas para una mayor integración europea , pero realmente ¿Sabían lo que estaban creando?¿Eran capaces de vislumbrar en qué se convertiría el programa Erasmus? Con la ventaja de tener la perspectiva del tiempo de mi parte, creo que no. Hasta aquí hemos visto el esquema teórico  y es aquí donde palabras y sentimientos se separan, hemos de empezar a hablar de algo que no se puede describir fácilmente y que por espacio de 20 años no ha dejado de propagarse: la experiencia Erasmus.

Aalto-University-to-Lead-International-Lloyds-Register-Foundation-Research-Centre-of-ExcellenceMe van a permitir ahora que personalice el relato y vayamos a un  pasado más reciente  para salir de la neblina de la historia y entrar en la cruda realidad en la que un joven como muchos, en este caso un servidor, le  anunciaron que le habían dado un Erasmus a Finlandia, en concreto a la universidad Técnica de Helsinki, Tecnillinen korkeakulu para los amigos (Aalto University ahora). Por fin podría disfrutar de eso que tanto había oído hablar,  el mítico Erasmus.. ¿Sería verdad que era pura fiesta? …¡No! Era mucho más que eso

El Erasmus es una extraña aventura. Cuando uno recibe la beca siente miedo, vértigo, ante la experiencia que se avecina. Antes de solicitarla, todos hemos oído hablar de la beca Erasmus  y nos hemos forjado mil ideas de cómo será. A su vez, los pensamientos más comunes antes de emprender el viaje son: ¿Cómo pago yo esto?¿Seguro me divertiré tanto como mi vecino, primo, hermano, etc..? y en algunos casos ¿ Qué asignaturas me convalidarán? En mi caso se añadía otra de vital importancia ¿Haría mucho frío en Finlandia?.

Y cuando subimos al avión, como si fuera una montaña rusa,  lo único que se nos pasa por la mente es “¡Socorro! Quiero bajar, pero si yo en realidad no me quiero ir!” tan distinto de lo que diremos al final de nuestra beca “¿Ya se acabó? Pero, ¡si yo no quiero volver!”

 Dicen que los estudiantes cuando regresamos tenemos la cabeza llena de pájaros;  en mi caso, y sé que no soy el único, no fueron pájaros, fueron estrellas amarillas flotando en un fondo azul lo que tenía en la cabeza (y aún siguen ahí dentro). Y fue en ese momento cuando empecé a vislumbrar el secreto del Erasmus. Mi Erasmus había discurrido como un sueño,  fueron 9 meses que pasaron en 9 segundos, pero en los que viví  la experiencia de 9 años. Comprendí  el secreto que encierra el Erasmus, algo que solo se comprende al final la experiencia, del sueño  Erasmus,  y es que aquellos que van de Erasmus nunca vuelven. Vuelve otra persona distinta.

 Tras este maravilloso sueño, uno ha dejado de ser Español, Checo, Inglés o Chipriota, acaba de nacer un ciudadano europeo. Efectivamente, Erasmo tenía razón. “Para el hombre dichoso todos los países son su patria”. Cuando uno ha sido Erasmus no  hay país donde uno no se sienta cómodo o frontera imposible de cruzar. Igualmente el consejo que Jean Monnet recibió de su padre tomaba forma, en ningún libro te explican, ni podrán explicar jamás, lo que puede suponer el Erasmus en tu desarrollo personal. La física o la política que uno aprende allí fuera es la misma que puede aprender aquí, pero la experiencia ,¡no de conocer!, sino de  vivir y sentir en otro país, otra cultura y otra gente, ni en el mejor de los masters puede darte.

Continuará….aquí

Nota- el artículo se publicó firmado por Íñigo Cruz, no por el sello ya semos europeos, del cual es editor.