Este artículo fue publicado originalmente el 28 de diciembre en el Nuevo Federalista
Estimado lector :
Alguien dijo una vez que las leyes que se hacen en la Unión (esa cosa llamada directivas, entre otras) son como las croquetas. Si uno pone demasiada harina (o tropezones) al hacer la bechamel, es decir, le pone demasiado elemento común/europeo, nadie se va a poder tragar la croqueta después, vamos que los gobiernos y a veces los ciudadanos, dirán que son incomibles/intragables. Por otro lado, si le ponemos poca harina, la bechamel no tendrá consistencia y la croqueta será un churro, no servirá para nada y tampoco habrá quien se la coma, igualito que intentar hacer algo con 28 al mismo tiempo, sin poner algo de orden y concierto antes a través de una entidad común.
Para colmo, viene el tema del relleno ¿Qué le ponemos? Es decir… ¿de que irá nuestra directiva? Pues como siempre habrá tantos gustos como opiniones, ¿queso?… ¿qué queso? ¿jamón?… ¿por qué no chorizo?… ¿pescado?… ¿bacalao?, ¿merluza? ¿cangrejo?… dando por resultado una croqueta que al final todo el mundo se zampa ¡por supuesto! pues está hecha con el mayor de los cuidados y esmeros, además de con ingredientes de primera calidad (traducido al tema europeo: los que trabajan en Bruselas ni son una panda de vagos ociosos, ni tontos, son unos grandes currantes y gente que se esfuerzan, de veras, por hacerlo lo mejor posible y piensen que tener contentos a 500 millones de personas no es fácil) pero con la que nadie queda totalmente satisfecho, que para algo somos muchos y siempre hubieran preferido otro sabor.
Esta es, pues, la realidad de Europa: un fino manjar, la croqueta, no la directiva, que a todos gusta pero con el que nadie está totalmente contento, esta último iba por las dos ¡PERO! ¡ah! con el tiempo la cosa cambia y uno siempre dice, “¡oye! Pues la croqueta ésta, al final no estaba tan mal”…”¿de qué dices que eran?” y con algo más de tiempo, todos se las zampan encantados, las croquetas, pero también, mira por donde, las directivas y dicen algo así como “olala/ Mein Got/Ma che cosa/ Sto /….”(póngase en el idioma que más guste y bien escrito si puede ser) Pues esto al final no estaba tan mal, fíjate que nos ahorramos unos euros y sale todo más rápido y mejor” que es, a fin de cuentas, es para lo que sirve una directiva.
Ahora me van a disculpar, en los párrafos anteriores usé 5 veces la palabra “directiva”… ¡horror! Van 6, incumpliendo la promesa de no aburrir ni usar palabras feas o jerga comunitaria, vamos, que a estas alturas ya he caído en mi propia trampa varias veces… por esto, a modo de recompensa, les contaré un secreto, un secreto que dura décadas y del que nadie se ha atrevido a hablarles.
Sí, estimados amigos, a estas alturas digo yo que podré llamarles amigos y tutearlos, que si has llegado a este punto y aún aguantas quiere decir que eres gente digna de amistad y ya si te declaras europeísta después de leer “ya semos europeos… ¡UE!” y el resto de artículos de “El Nuevo Federalista” negociaremos una invitación a cañas.
Efectivamente, la Unión Europea nació de una conspiración, una que se alarga en la historia y no tiene nada que ver con: El Opus, Los templarios, las grandes corporaciones, los masones, el Madrid, el Barca, Wall Street, Jordi Hurtado, Invasores alienígenas, invasores guiris-rojo tomate en Torremolinos o pirañas asesinas, etc., ni tampoco la ha escrito Dan Brown.
Resumiendo, el eje de esta conspiración fueron ¡¡¡Las croquetas!!! ¿Alguien lo dudaba a estas alturas? Y lo que es peor, todo comenzó allá por 1800, así que imagínense si es largo, pero de largo que es, me canso de pensarlo, y para no desmerecer el tópico… el resto de la historia se la contaré otro día…